Reflexiones sobre la Práctica Psicoterapéutica y los Errores Comunes en la Terapia
Mi experiencia como psicóloga-psicoterapeuta es un viaje fascinante y profundamente gratificante. Cada día que pasa me siento profundamente agradecida y honrada por la confianza que mis pacientes depositan en mí, permitiéndome acompañarlos en sus procesos de cambio y recuperación. Sin embargo, esta profesión, al igual que otras en el ámbito sanitario, conlleva una gran responsabilidad y compromiso. Considero esencial invertir en formación continua y, si nos dedicamos a la psicoterapia, también es crucial participar en terapia personal y supervisión con colegas más experimentados que nos ayuden a mejorar y corregir posibles errores. La relación terapéutica no es una relación más, es una relación que hay que aprender y perfeccionar y se enmarca en una alianza de trabajo.
Desafortunadamente, he notado que no todos los profesionales comparten esta perspectiva. He conocido a personas que, tras malas experiencias en terapia, han decidido no buscar más ayuda, a pesar de necesitarla. Es triste ver cómo experiencias negativas pueden llevar a alguien a renunciar a recibir el apoyo que tanto necesita.
Como profesionales de la ayuda, debemos ser conscientes de que podemos caer en errores debido a la arrogancia, desconocimiento o exceso de confianza. Además, nuestras vidas personales pueden influir en nuestro trabajo, y es crucial reconocer nuestros propios límites y errores. No somos máquinas infalibles, y debemos estar atentos para no cometer errores que puedan afectar negativamente a nuestros pacientes.
A continuación, me gustaría compartir algunos de los errores más comunes que podemos cometer y que pueden poner en peligro la psicoterapia:
Acelerar el proceso terapéutico con consejos prematuros: A veces, en nuestro deseo de ayudar, podemos caer en la tentación de dar respuestas rápidas o consejos sin que el paciente esté preparado. Es fundamental permitir que el paciente tome sus propias decisiones y realice los cambios a su propio ritmo, respetando sus tiempos y procesos.
Curiosidad inapropiada sobre la vida del paciente: Antes de preguntar sobre detalles dolorosos o sensibles, debemos preguntarnos si esa información es realmente necesaria para el proceso terapéutico en ese momento. Preguntar en exceso puede reflejar una necesidad del terapeuta de protegerse ante el dolor del paciente, más que una auténtica necesidad de comprensión, acompañamiento y validación.
Búsqueda de poder: La relación terapéutica se basa en la confianza, la sintonía y la intimidad emocional. Sin embargo, la posición de psicoterapeuta puede llevarnos a sentirnos omnipotentes o a intentar controlar el proceso terapéutico. Es crucial mantener una postura de humildad y reconocimiento de los límites de nuestra influencia. Y tener presente el daño que podemos provocar.
Hacer cosas cuyo objetivo sea quedar bien: En terapia, a veces debemos confrontar al paciente con verdades difíciles o poner límites que pueden ser dolorosos. Evitar estas confrontaciones por miedo a perder la simpatía del paciente puede perjudicar su proceso de crecimiento. Por otro lado, hay que tener en cuenta que esas confrontaciones deben ser realizadas desde el cariño y la sintonía, y no desde el sincericidio cruel.
Buscar auto terapia en la consulta: El espacio terapéutico no es el lugar para que el terapeuta hable de sus propios problemas. Aunque la autorrevelación puede ser útil en ciertos momentos, debe ser siempre limitada y centrada en el beneficio del paciente, no del terapeuta.
Intelectualizar la relación: Centrarse demasiado en teorías y técnicas puede distanciarnos emocionalmente del paciente. La alianza terapéutica y la escucha empática son fundamentales para el éxito del proceso terapéutico. Mantener la sintoníadurante el proceso nos guiará.
Ser demasiado técnicos y rígidos: Debemos facilitar un ambiente de comunicación abierto y adaptarnos al lenguaje y necesidades del paciente. Las sesiones deben ser dinámicas y flexibles, permitiendo la improvisación cuando sea necesario.
Ir contra los valores del paciente: No debemos juzgar ni rechazar las creencias y valores del paciente. Nuestro trabajo es ayudarles a encontrar bienestar dentro de su propio marco de referencia, respetando siempre su cosmovisión.
No saber derivar a tiempo: Es importante reconocer nuestras limitaciones y derivar a otros profesionales cuando el problema del paciente está fuera de nuestra especialización. La honestidad y la humildad son esenciales en estos casos.
Ejercer desde un personaje de perfección: La autenticidad y la espontaneidad son clave para establecer una relación terapéutica genuina y efectiva. No debemos intentar ser alguien que no somos, sino mostrarnos tal y como somos, con nuestras propias imperfecciones.
Espero que estas reflexiones sean útiles, especialmente para los colegas que están comenzando su carrera. Es vital mantener el respeto y la veneración por esta profesión, reflexionar sobre nuestros errores y buscar constantemente la mejora en nuestra práctica. No olvidemos que nuestro objetivo principal es ayudar a personas que sufren, y su bienestar debe ser siempre nuestra prioridad.
Agradezco los comentarios y críticas constructivas, y les invito a compartir este texto si lo consideran útil. Si necesitan supervisión o desean profundizar en estos temas, no duden en ponerse en contacto conmigo.
Gracias y un afectuoso saludo.
Bibliografía:
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